Querido Hermano:
Hoy he tenido noticias tuyas.
Nada alegres, pero noticias de ti al fin
Después de tantos y tantos
años de incertidumbre, de penas y dolor, hoy he sabido que fue de ti, y quien nos
arrebató esas palabras hermosas que llenaban corazones y empañaban ojos.
Años de soledad, de sentir tu
falta y añorar tus versos, sin saber siquiera si tu último suspiro fue
doloroso.
¡Dios mío! También tú fuiste
una víctima más del odio que recorrió esa España vieja partiéndola en dos.
Fuiste uno más de los miles y
miles de padres, hermanos, primos y abuelos que regaron con su sangre esa
tierra nuestra que tanto amamos. Esa tierra que no sabe de amos, pero que
tantos lobos quieren poseerla.
Me dijeron que te mataron
como a un perro. En la cuneta de una desconocida carretera. Y que fue porque
los amos, los lobos vencedores no toleraban tu forma de amar. ¿Qué sabrán ellos
de amor?
Aún recuerdo de tus miradas
de soslayo hacia alguno de tus amigos, tus guiños. También me acuerdo como se
iluminó tu rostro cuando en un encuentro de artistas conociste a aquel
extravagante pintor catalán que no paraba de hablar de su bonito “Cap de Creus”
Pero aun sabiendo que el odio
que respiraban estos nuevos amos, que tras la “gloriosa cruzada nacional” se
erigieron en los guardianes de la patria, no les permitía aceptar tu forma de
amar, yo sabía que ese odio no era el motivo por el que decidieron sesgar tus
versos.
Como te decía al principio de
esta carta, manchada con tu sangre y de letras corridas por mis lágrimas, hoy
he sabido que esos lobos, hambrientos de vidas y que querían cerrar sus fauces
en tus dulces palabras supieron que eras Hermano entre Hermanos, y que la Respetable
Logia Alhambra era tu hogar entre columnas.
Como se sintieron satisfechos
al descubrir que quien trabajaba con el nombre simbólico de Homero eras tú.
En sus fauces los colmillos rechinaban
entre espumarajos de saliva y sus hocicos ya olían la sangre.
Poco les faltó para que, de
madrugada, en esas horas en que la gente respetable descansa en sus hogares, te
llevaran a una vieja y polvorienta carretera, donde escondidos en la oscuridad
de la noche, esa oscuridad que por ser la que antecede al alba es más tenebrosa,
quitarte lo más sagrado, la vida, y manchar con tu sangre inocente lo más
bonito que nos regalabas, tus versos.
¡Cuánto dolor!
Allí en esa cuneta
desconocida los lobos saciaron su sed de sangre y nos dejaron sin la magia de
tus palabras.
Ahora que ya sé lo que pasó,
querido Hermano, recibe un triple abrazo fraternal y mi deseo de encontrarnos
de nuevo en el Oriente Eterno, donde estaremos a salvo de odios y lobos, junto
a nuestro bien amado Gran Arquitecto del Universo.
Con amor y cariño,
Tu Hermano.·.
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